En la mayoría de ocasiones, el fracaso de los implantes se produce en las fases iniciales del tratamiento y está ocasionado por infecciones o por las malas condiciones biológicas del hueso en el paciente.
Después de colocar un implante, distinguimos una etapa inicial que dura alrededor de una semana y que es la fase de cicatrización de la herida provocada tras insertar el implante. Suele manifestarse con inflamación, algo de dolor y en algunos casos con hematoma. Pasada esa fase, se retiran las suturas y el riesgo de infección se reduce considerablemente.
Sin embargo, durante los tres meses de cicatrización que va a necesitar el implante para unirse al hueso pueden producirse algunos contratiempos. Por ejemplo, existe la posibilidad de que el hueso no se pegue a la superficie del titanio y se forme un tejido blando entre el titanio y el hueso que impide la adecuada oseointegración del implante.
Esto no significa que el implante se haya infectado ni que la persona sea alérgica al titanio, sino que la cirugía ha cicatrizado de una manera más infrecuente (alrededor de un 2% de los casos). Cuando esto sucede hay que retirar el implante y volver a repetir el procedimiento: colocar un implante y esperar otros 3-4 meses de cicatrización para que el hueso se osteointegre con el titanio.
Las complicaciones en etapas más tardías, una vez que se ha producido la oseointegración, se deben a desajustes o fracturas de la prótesis y a infecciones. Todo por lo general relacionado con la ausencia de controles, ya que muchos piensan que luego de terminado el tratamiento no debo ir más al especialista y eso es un grave error.
Una vez dicho esto, lo más importante es que cualquiera de estas alteraciones se detecte a tiempo para solucionarla y que podamos conservar el implante, en lugar de perderlo. La prevención es la clave para el mantenimiento saludable de los implantes en la boca.